domingo, 10 de febrero de 2013

Capítulo 1. Explorando


Llego a casa, después de haber dado una vuelta por ahí con los amigos. Es tarde ya, seguramente las dos y media de la madrugada. Hace mucho frío, pero el cielo está tan despejado que no puedo evitar pararme, antes de entrar en casa, y levantar la barbilla para contemplar, completamente alelado, la infinidad de estrellas que tengo sobre mi cabeza. Boquiabierto, se me pasan los minutos como segundos mirando al oscuro cielo plagado de puntitos blancos brillantes y, entre ellos, vuelvo encontrarme con otro de esos satélites que, sigiloso, navega en línea recta haciéndose pasar por un astro más. Si no fuera porque tengo los dedos de las manos a punto de congelarse, me quedaría aquí un rato más, esperando alguna estrella fugaz, otro satélite o ¿quién sabe? ese ovni que aún no he tenido la suerte de poder ver.
Recuerdo que, desde bien pequeño, ya me gustaba explorar. Tuve la gran suerte de poder hacerlo en los alrededores de la primera casa donde viví. Aquél era un barrio residencial, a las afueras de lo que hasta entonces se consideraba la ciudad de Sevilla. Justo detrás del edificio en el que me crié, había un gran descampado donde transcurrían la mayoría de las aventuras que pude disfrutar, tanto en la buena compañía de mis intrépidos vecinos como en la mía propia. El “descampao”, como lo llamábamos entonces y aún seguimos haciéndolo, lindaba al sur con el enorme colegio de Las Irlandesas, al este, con un soso edificio de Telefónica y una explanada sin edificar, y al oeste, con otro enorme descampado que, por partes, dejaba de serlo para convertirse en auténtico campo, lleno de vacas a veces, limitado en su margen izquierda por las vías del tren, que iba y venía de Cádiz.




Las horas se pasaban volando una vez que te adentrabas en la espesura de aquella especie de sabana urbana y, a pesar de que cada día la aventura era distinta, casi siempre giraba en torno a la “montaña”, que no era otra cosa más que un enorme pegote de cemento y chinos, fruto de las repetidas descargas de restos que hacían allí las hormigoneras procedentes de obras cercanas. Aquel montículo hizo, entre otros papeles, de zona de reuniones, cocina improvisada, foro de debate, base para la bandera o el estandarte (según la ocasión), almacén, trinchera, bunker, vivienda troglodita, etc.
Con el paso de los años y el inevitable avance de los ladrillos, la aventura se trasladó al campo de verdad, de la mano de los Boy-Scouts del barrio, con los que la extensión del horizonte a descubrir se multiplicó por mil. Para un explorador de vocación como yo (curioso compulsivo, de nacimiento) aquello fue mucho más que un mero entretenimiento; fue una auténtica academia para pequeños exploradores y doctores Livingston, en potencia. Las excursiones de fin de semana, que solían empezar un sábado por la mañana, bien temprano, y terminaban el domingo al caer de la tarde, estaban repletas de actividades, entre las que destacaban, al menos para mi, los juegos de pistas que me hacían disfrutar como lo que era, un niño chico. Tal vez fue entonces cuando empecé a cogerle el gustillo a eso de buscar y encontrar cosas perdidas o escondidas; y eso, unido a la relajada esperanza de tropezarme algún día con un gran tesoro, como aquellas monedas romanas antiguas que descubría, paseando por los alrededores de Itálica, uno de mis profesores del colegio, me han convertido, con el paso del tiempo, en una especie de rastreador urbano.
Hoy en día, puedes encontrarte en la calle cualquier cosa, desde las habituales cagadas perrunas hasta un décimo de lotería sin usar, pasando por botones de todos los colores, de todos los tipos, de infinidad de texturas y, todos ellos, cargados de historias, muchas historias que contar.

3 comentarios:

  1. Did the intrepid explorers discover any green shamrock buttons scattered amongst the debris in the sabana urbana? Thrown there by the strange creatures of tiny stature lurking in the shadows of colegio de Las Irlandesas.
    Very lucky to find the green shamrock buttons during the month of March, any other time of year, not so lucky ... could invite disaster for the finder ...
    Perhaps there is another story ...

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  2. hahahahahaha... it could be but, my dear friend, I prefer that you write it, I´m sure that it will be a great story.

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